Como en los días de fiesta grande...
Como
en los días de fiesta grande. Como en el San Juan viejo. Como en los
carnavales antiguos. Como en los diciembre luminosos. Júbilo en el
barrio Obrero, farolitos de colores en Siloé, música callejera en
Cristóbal Colón y Villa Colombia. Y por doquier caras alegres, muchachas
con las prendas domingueras, jóvenes trabajadores hablando recio,
radios abiertos sobre la alegría de las plazas y callejones.
Quien quiera conocer lo que significa el fútbol como pasión popular,
que recorra las barriadas de Cali en la noche de triunfo del América.
Puede que sea frivolidad o inconsciencia del pueblo, pero en nada
coincide tanto el afecto de nuestras gentes, como en esa divisa roja,
que llevamos casi todos los caleños sobre el corazón.
El
América, más que un club deportivo, es una tradición. Es la historia del
fútbol de nuestra comarca reciente, más profunda. Otros equipos habrá
con mejores ejecutorias sociales y más fuertes respaldos económicos.
Pero no pasarán jamás de ser un ‘espectáculo’ más o menos bueno, según
la calidad de las ‘vedettes’ que contraten. Un ‘espectáculo’ por el cual
se paga una boleta. Y nada más. En cambio cuando juega el América nadie
va al estadio a divertirse. Se va sencillamente a gozar o a sufrir. A
gozar hasta el paroxismo, a padecer hasta la agonía.
Hay algo
de misterioso en el anclaje de logran ciertas divisas deportivas en el
alma popular. Es el caso de Boca en Buenos Aires, Nacional en
Montevideo, Colo-Colo en Chile, Alianza en Lima, Flamengo en Río. Los
otros equipos, mejor financiados o menos explotados, suelen exhibir
mejores conjuntos y quedar en situaciones superiores en los campeonatos.
Pero sus victorias complacen a sus socios y sus derrotas son recibidas
con el gesto cortés, propio de las ‘élites’ que saben perder. Mas la
explosión popular sólo se presenta cuando en el mástil del estadio
asciende la bandera bien amada.
Son las razones del corazón de
que hablaba el filósofo. Es la secreta correspondencia que liga al
hombre a ciertas muy contadas cosas. Muchos de los que acompañamos al
América desde que nació, porque lo vimos crecer o crecimos con él, que
hemos seguido viendo jugar a sus antiguas glorias -‘Canuto’, Célimo,
Angarita, ‘Guayaquil’, Dimas, ‘Alicate’-, vamos poco al estadio. Sin
embargo, en la temperatura del grito lejano de las graderías populares,
sabemos el resultado de los partidos. Son las razones del corazón.
Ignoro si este año veremos al América como campeón nacional. Mucho me
temo que comience ahora a funcionar, contra el ‘Jugador Número Doce’,
que es el pueblo, el ‘Número Trece’, que es el árbitro, que tan eficaz
ha sido en otros campeonatos del profesionalismo. Pero quién duda que
este resurgimiento del fútbol en Cali se llama América ?. Pasión más que
equipo, amor más que club. Pasión y amor que llevan a nuestro pueblo a
llamarlo, como el sambista carioca a su cuadro, con las palabras que se
reservan para la mujer: ‘Oh Flamengo, que me haces llorar...!
Alfonso Bonilla Aragón.
Colaboración: Jonathan Palacio Urdinola
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