No sé si mis memorias todavía pueden interesar a alguien, pero les
contaré lo que recuerdo de mi trayectoria deportiva y algo del América. Cuando
ingresé al América tenía 14 años de edad y esto fue en 1935, si mal no preciso.
Yo jugaba en un equipo de segunda categoría llamado Olímpico. Luego pasé al
Gregg y en el mismo año al América porque al Gregg lo eliminaron en ese
campeonato. El capitán de América, que en ese tiempo se llamaba Alfonso Castro
– le decíamos “El Manco” –, gran jugador y muy técnico, quería que yo jugara
con ellos y como en esa época se podía escoger el equipo que a uno le gustara,
pues decidí pasar al América. El equipo de esa época lo conformaba Villalobos,
Cuero y Corozo la línea media era “Maquina” Palacios, “el Manco” Castro y “el
Indio” Tomas Gonzales; los delanteros eran Guayaquil, Célimo Torres, Canuto, Félix
Borrero y “El Flaco” Rojas. Yo entré a compartir la punta derecha con Félix
Borrero, que sufría de una lesión en la rodilla. Le cuento que me tocaba jugar
dos partidos cuando había preliminares, pues alineaba con la segunda y la
primera, pero no me afectaba porque estaba acostumbrado. En los domingos,
cuando no había partido, recochábamos desde las ocho de la mañana hasta la una
de la tarde y no nos cansábamos.
Por América han pasado miles de
jugadores desde su fundación. Recuerdo los nombres de algunos que jugaron
conmigo: como porteros teníamos a Reynaldo Gómez, Agustín Marmolejo, Jorge Aragón,
Digno Mattos, el negro Isú, Caicedito, Ramiro Paz (Colorado), Pacheco, Nacho
Quintana, Horacio Henao, Dimas Porras, Egraín Vásquez, los hermanos Bonilla,
los hermanos Bolívar y José Saria, Roaldo Viáfara, Pipia, Pandeyuca, Ricardo
Lalinde, Pacho Miller, Choclo Martinez, Juan Gallego. Leonardo Potes, Arturo
Ucrós, Caraña González, Miguel Rodríguez; estos son algunos de los tantos que
alternaron conmigo en los años que estuve jugando, pero el equipo que más
recuerda la afición por el tiempo que permanecimos juntos fue el que se
conformaba así: Aragón, Caimán Sánchez, Gabriel Ochoa, Digno Mattos, como
porteros; Brand, Alicate, Mallarino, Faustino Castillo, Pablo Rojas,
Cartaguito, Richard, Pitillo, Saulo Florez, Miguel Rodríguez, Pacheco, Caicedito,
Roaldo Viáfara, y Carraña.
El primer entrenador que tuvimos
fue Donaldo Ross, de nacionalidad Uruguaya. Y los primeros extranjeros fueron
los peruanos Zegarra y Montañés, más o menos en el 46 o 47. Todo esto sucedió
en la época amateur. Posteriormente nos acompañaron Tulio Tocker, Fellow García,
Manuel Spagnolo y Emilio Reuben.
Tomé parte en cinco o seis
seleccionados departamentales, en los Juegos Centroaméricanos y del Caribe, que
se jugaron en Barranquilla en 1946 y
fuimos campeones. Fui seleccionado al Suramericano de Chile y Ecuador. Pero a
ninguno pude asistir. Jugué como refuerzo en los equipos de boca Jrs.,
Millonarios, Huracán de Medellín. Cada vez que tenían partidos importantes me
invitaban a acompañarlos. Con Millonarios jugué una corta temporada, acompañado
por Faustino Castillo. Me llevaron a Jugar contra el River de Montevideo. Sin
embargo, no fue mucho lo que ´pude salir porque yo repartí el tiempo de jugar
al futbol con mi trabajo en los ferrocarriles, empresa a la cual pertenecí por
el espacio de treinta años.
Entre los equipos extranjeros que
enfrenté recuerdo al Atlanta e Independiente Rivadavia de Argentina; Atlético
Corales de Paraguay; Santiago Wanders de Chile; el Sucre, Sports Boys, Atlético
Chalaco, y Alianza Lima, del Perú; el Panamá, Nueve de Octubre, Macará y la
Selección Guayas, del Ecuador; Orión de costa Rica y otros que olvido por el
momento.
Siempre fui un puntero goleador y
por eso creo que todavía mucha gente me recuerda. Jugaba por ambas puntas, me
cambiaba de puesto con Cartaguito, que también hacía lo mismo que yo porque
pateaba con ambas piernas. No sé qué pasa ahora que sea tan difícil encontrar
buenos punteros, que hagan goles. Los goles son lo principal en el fútbol y los
jugadores deben esforzarse por aprender a meterla. En mi época existían buenos
punteros izquierdos, entre ellos le nombro a Guarapo Mendoza y Carrillo, de
Barranquilla; el Mico Zapata e Israel Echeverri (Hidra), del Medellín;
Cargauito y la Puerca Umaña en Cali. Esos eran punteros de selección. Además
habían excelentes centrodelanteros. Qué tal un Romerito, Sauli Florez, Pacho
Carvajal, para nombrar unos cuantos. Por eso quienes recuerdan y comparan dicen
que todo tiempo pasado fue mejor.
Sufrí dos fracturas, una en la
pierna derecha y otra en la izquierda, a la altura de la rodilla, que me
produjo lesión de meniscos. Sufrí un desgarre inguinal que me molestó por mucho
tiempo, pero aún así me daba mis mañanas para jugar. Las defensas de los
equipos eran mucho más fuertes o sucias que las de ahora, porque ahora se pita
hasta la intención de una falta. El fútbol ha cambiado en organización pero no
en calidad, pasan los años y no surgen nuevos y buenos jugadores. Es de tener
en cuenta que la radio y televisión promueven los deportes, anteriormente no
existía nada de eso.
Siempre viví en el barrio Obrero,
ahí estaba Loncha, que según dicen fue un campo de aviación, pero no lo conocí.
Los entrenamientos del América eran un acontecimiento, todos los trabajadores
de Bavaria y textiles pasaban y se quedaban viéndonos jugar. Había más gente en
esos entrenamientos que en los partidos de hoy en día.
El uniforme de América siempre
fue rojo, desde que yo estuve, y no existía el escudo todavía. Uno mismo
compraba su paltaloneta y camiseta. Los dirigentes recuerdo a Begnino Vergara y
Víctor Caicedo, eran pequeños industriales, quienes de sus pocos ingresos
ayudaban al equipo. Repartíamos la ganancia de los partidos y dejábamos una
para fondos del equipo. Esa participación no pasaba de diez o veinte pesos.
Alberto Iradorri, como locutor nos acompañaba a otras ciudades.
Una vez en Ecuador, después de un
viaje por carretera, jugando con el
Nueve de Octubre, un viaje de seis días, llegamos a Guayaquil a las doce de la
noche, y jugamos a las once de la mañana del día siguiente; en el primer tiempo
íbamos perdiendo tres a uno y en el segundo anoté tres goles y ganamos 4-3.
También recuerdo los goles que le hacía a Carlos Álvarez cuando él estaba en su
apogeo.
América siempre mereció el nombre
de Academia Roja porque aunque perdiera había espectáculo. El grito de “¡Tierra
firme!” nos emocionaba como también el “¡América, América, América!”. Quiero al
América y le deseo toda clase de suertes para felicidad de todos.
Entrevista a Dimas Gómez por la
Revista América, Edición No. 6, de Noviembre de 1982.